DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1 de 2)
Acabamos de releer en clase el libro Don Quijote de la Mancha (versión para niños), cuyas principales aventuras nos han hecho pasar un buen rato. Cuando estábais en segundo curso, con la clase que entonces tenía, pasé por la vuestra para que algunos niños de ella os recitaran unas poesías sobre los cuatro principales personajes del libro: Don Quijote, Rocinante, Sancho Panza y Dulcinea.
Para que lo recordéis y lo podáis leer cuanto veces queráis, aquí van en dos entradas, dichas poesías y sus correspondientes dibujos. Pero si queréis leer más poesías, grabar los dibujos y pasarlo bien con poemas, entrad en esta página, cuya autora es CARMEN GIL.
DON QUIJOTE
Montado en flaco rocino,
con lanza y con armadura,
cabalga por la llanura,
más allá del quinto pino.
Va paseando errabundo,
decidido y muy sonriente;
quiere salvar a la gente
y arreglar un poco el mundo.
Todos llaman don Quijote
a un héroe tan atrevido,
que por flaco y escurrido,
mas parece un monigote.
No hay duda de su nobleza,
pero con tanta lectura
y sus ganas de aventura,
ha perdido la cabeza.
Y a lomos de Rocinante
-según chismea un vecino-
ha confundido un molino
con un terrible gigante.
Suspira por Dulcinea,
una porquera forzuda,
berreona y bigotuda,
que tiene fama de fea.
Pero él la ve tan bonita...
Y a todos hace jurar
que es la labriega vulgar
una princesa exquisita.
Aunque el hidalgo cenceño* (flaco, delgado)
pase por ser un lunático,
a mí me cae simpático
porque cabalga en un sueño.
ROCINANTE
Qué vida la del rocín:
él, que se queja tan poco,
tocarle un amo tan loco,
metido en tanto trajín.
Y es que el pobre Rocinante
no es ninguna maravilla,
se le notan las costillas
y tiene muy poco aguante.
Sufre subiendo pendientes,
pues soporta en su montura
varios quilos de locura
y le faltan cuatro dientes.
Es un jamelgo muy lento:
nunca cabalga al galope,
y además está algo miope;
pero vive tan contento.
Anda como un caracol:
siempre llega, muy calmado,
el último a cualquier lado;
y es feliz tomando el sol.
Mas es un caballo fiel;
igual al paso que al trote
-eso piensa don Quijote-,
no existe mejor corcel.
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